Este 4 de septiembre, el Estadio Monumental de Buenos Aires será el escenario de un partido que ha captado la atención mundial: el último encuentro de Lionel Messi en eliminatorias mundialistas como local. Pero mientras las cámaras enfocan al astro argentino, en Venezuela se vive otro momento histórico que merece igual reconocimiento. Tomás Rincón y Salomón Rondón, dos emblemas de la Vinotinto, disputarán sus últimos partidos de eliminatorias en suelo argentino. Un cierre de ciclo que nos interpela como país, como hinchas, como cultura.
Rincón, capitán durante más de una década, ha confirmado que el partido ante Colombia en Maturín será su despedida de las eliminatorias. Rondón, máximo goleador histórico de la selección, lidera la convocatoria para esta doble fecha. Ambos han sido protagonistas de una generación que transformó la percepción del fútbol venezolano, que compitió con dignidad, que sembró respeto en cada cancha sudamericana.
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Mientras Messi se despide de su gente, Rincón y Rondón se despiden de la nuestra. Y aunque el ruido mediático no lo diga, este momento también es especial. Porque ellos han defendido la camiseta Vinotinto con sangre, sudor y lágrimas. Porque han representado a millones de venezolanos dentro y fuera del país. Porque han sido voz, escudo y bandera en tiempos donde la esperanza parecía lejana.
La Vinotinto llega a esta jornada con 18 puntos y la posibilidad real de alcanzar el repechaje rumbo al Mundial 2026. El partido ante Argentina no solo será una prueba deportiva, sino también un acto de memoria y gratitud. Es el momento de mirar hacia adentro, de reconocer a quienes han sostenido el sueño mundialista durante años, de reafirmar el sentido de pertenencia que nos une.
En tiempos donde la admiración por figuras internacionales es legítima, también es necesario recordar que Messi es argentino. Que él no va a apoyar a los nuestros cuando llegue la hora de la verdad. Que el sueño de ver a Venezuela en una Copa del Mundo depende de nosotros, de nuestra unidad, de nuestro orgullo por lo propio.
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Este martes, no solo juega Venezuela. Juegan nuestros referentes. Juega nuestra historia. Juega el legado de una generación que nunca se rindió. Y aunque algunos se despiden, el mensaje que dejan es claro: el compromiso, la disciplina y el amor por la camiseta son los pilares sobre los que se construyen los grandes logros.
Apoyar a Rincón y Rondón en este cierre de ciclo no es solo un gesto deportivo. Es un acto de identidad. Es decirle al mundo que en Venezuela también hay historia, también hay legado, también hay sueños que merecen ser contados. Porque el fútbol no solo se juega con los pies. Se juega con el alma.